ESCOBEDO , CIUDAD DE LAS PALMERAS 11

Las reuniones del clero, los primeros lunes de cada mes, eran apasionantes: el Prelado cacareando sólo y aceptando sólo asentimientos unánimes. Dios guarde que alguien hubiera dicho algo de contrario. Luego, Monseñor decía "Yo soy Doctor en derecho canónico. ¿Que sabe Usted?
En un principio, el almuerzo tenía lugar en la Catedral. Lo pagaba Julián, para el alivio de Su Excelencia. Este se cansó y empezó a mandar notas de cobro a la Prelatura. Magnánimo, el Prelado dispuso que los almuerzos se hicieran en su propia casa: una albóndiga con una punta de cucharón de arroz mal cocido en vez de los platillos ricos de la catedral. Julián no comía y perdía el apetito.
Las afirmaciones del Monseñor eran toda una novedad: el ciclo litúrgico empieza el primero de enero, por ejemplo. Los Comités no tienen porque pedir licencias a la Gobernación departamental. Bastaba con la personería jurídica de la Iglesia.
Los Padres, viviendo lejos del santo ojo, hacían finalmente lo que querían, sin el conocimiento del Prelado. Julián era el único a tener que acatar las órdenes caprichosas del buen hombre.
Lo que tenía que suceder sucedió: de repente el Superior Provincial llamó a nuestro Julián: el Prelado te da una semana para empacar y salir de la Prelatura. Será para después de Semana Santa. Motivo : no hay un motivo oficial. No me quedo más tiempo y no concelebraré el Jueves Santo con éste paranoico. Adelante las valijas. González llamó por teléfono: Juliancito porque no veniste a dialogar conmigo? ¡Si hay dificultades, se dialoga!
Usted no es capaz de dialogar. Probé de todo.
- ¡Juliancito!, ¡qué lástima!
-No, Usted. Es el Padre Julián que fue llamado por su Superior. Eramos buenos amigos.
¿Para qué oponerse? Es el Pueblo de Dios que paga los antagonismos. Julián prefirió salir sin hacer ruido. En la última misa, anunciando su retiro la buena gente aplaudió cinco largos minutos.

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