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domingo, diciembre 18, 2005

ESCOBEDO , CIUDAD DE LAS PALMERAS 7


Su Excelencia Ilustrísima Monseñor González y Gómez ya estaba en Escobedo. Posesionándose de su casa, de su pueblo y de su querida Prelatura. Había llevado algunas contrariedades ya como no haberse hecho la Consagración en la Catedral para realzar la dignidad episcopal. En un campo deportivo, imagínese. De allí, no haber podido usar la hermosa silla presidencial durante el acto, lo que no habría pasado haciéndose el acto en Catedral.
Pero ahora lo peor, era esa bulla inmunda encima de sus apartamentos.
El Colegio, el famoso colegio con balcón dando en los apartamentos de Su Ilustrisima. En esas condiciones, no se puede ni telefonear... ni hablar con visitantes, ni concentrarse para escribir...
Luego nuestro Prelado trata de hablar con el Director José Ramiro para que exija de su alumnado un extracto y respetuoso silencio. ¡Cómo sí de nada, pue'! Luego también se da cuenta con horror que hay un contrato entre Padilla y el Director para un muy largo período. El nivel sicológico de resistencia a las frustraciones en Su Excelencia no puede más. Es la cólera santa en toda su extensión y el primer campo dónde el Prelado va a demostrar
Su capacidad de controlar una situación.
No le cuesta saber quién dio el dinero para la construcción del inmueble prelaticio: Adonaí de Alemania. Tomando su mejor pluma, González describe al director de Adonaí sus sufrimientos y en particular que no puede tomar posesión de la Prelatura porque todo el inmueble está ocupado por un colegio. Le ruega como manifestación de apoyo de Adonaí de escribirle a él, el Prelado una carta preguntándole que destino se da al Palacio.
Triunfalmente mostrará a su presbiterio esa carta de rendición de cuentas, asegurándose un apoyo incondicional en el caso del Colegio. El que recibió una nota de Adonaí fue Monseñor Padilla por supuesto. Así pudo el Padre Julián tener las primicias de uno de los pequeñitos defectos de Su Excelencia Ilustrísima por motivo de celo pastoral: el Prelado es un tantito mentiroso. Iba el Padre a vivir en carne propia los efectos de aquel
pequiñisimo defecto por celo pastoral.
-¡Aló! Querido José Ramiro, que tal estás ? Te llamaba para saludarte... Sí! ..Como no! No vi luces el domingo pasado arriba en los locales del Colegio. No estabas, verdad? Sí, no estás un domingo sobre dos. Es lo que pensaba. Bueno, allí nos vemos . Adiós, pue', sí . Adiós. No era uno sino dos, los testigos, en la oscuridad sin querer queriendo , de lo que pasó a bajo , en los locales del Obispado : una "Señorita", risas bien características , sábanas con señas inconfundibles y una conciencia atormentada tratando de saber si hubiera habido testigos posibles. El director y el secretario del tremendo colegio.
El Prelado no sólo recibe de noche sino tiene también miradas que dejan las bonitas mujeres con un malestar particular.
Sin hablar de esta candidata secretaria de la cual Su Excelencia preguntaba (ah, que broma tan fina) a la madre de ella si tenía buen cuerpo.
Otro defectillo de Monseñor: su dedicación amorosa.
La guerra del Colegio sigue.
Primero, Su Excelencia presta el oído a los chismes y escribe al dueño del Colegio, Monseñor Padilla una carta en catorce puntos y tono escandalizado : José Ramiro, el director visita con sus alumnos los prostíbulos , se da las buenas borracheras , etc. .. Sin hablar de los chismes sobre la moral de los alumnos. Un profesor ha embarazado a una alumna. Siempre según los chismes por supuesto...
Lo curioso es que sólo Monseñor González se queja de eso...
Las quejas sobre el Colegio son otras, pero ciertamente no en materia de comportamiento moral. Tal vez en materia económica. Enseguida, ofrece al director la propiedad del Colegio si sale de allí. De hecho, el colegio es propiedad de la Prelatura.
Se hará así. Unos meses después, se traslada el Colegio con todas sus pertenencias sin que ningún Padre Consultor sepa algo al respecto. José Ramiro sale del horizonte del Obispo con la fama bien manchada. Y prácticamente excluido de todas las actividades. Suerte que tiene a Monseñor Padilla, el cual lo atenderá en las necesidades de los alumnos.
El Padre Julián se arriesga a seguir confesando a los muchachos. No sólo a ellos pero a los alumnos de dos otros Centros Escolares de inspiración cristiana. Allí interviene otra vez Su Excelencia con celo pastoral y prohibe que se confiese y celebre en Colegios, para enseñar a la juventud el camino de la Catedral.
Sea dicho de paso, un sólo Colegio, él sólo llena la Iglesia de arriba para abajo. Que será de tres y de la comunidad acostumbrada?
-Padre Julián, venimos del Obispo Nuevo. Somos del Comité del barrio Patachú Le queríamos pedir permiso para sacar a San Martincito en procesión y hacer una rifa. No nos quiso recibir. De dentro nos gritó de ir a la Parroquia.
Monseñor Padilla no nos había acostumbrado a esos modos. Que hacemos?
-Padre Julián, somos del cantón La Paz . Venimos de Monseñor para renovar las licencias civiles del Comité. Nos dice que no hay necesidad de ir con el Gobernador en vista de que la Iglesia tiene personería jurídica. Pero que hacemos a la hora de quemar pólvora y sacar la procesión? La policía nos pedirá las credenciales y los permisos.
- Padre Julián, es cierto que Monseñor prohibe poner flores en Adviento?
Nunca habíamos sabido de eso. Las mujeres del mercado están enojadas y ya no
Van a ayudar en las fiestas.
-¿ Padre Julián, porque es que de repente las misas cantadas son sin incienso?
Usamos siempre incienso en las fiestas...
- Padre Julián, Monseñor nos prohibe hacer retiros para los carismáticos. Y recibir predicadores de Guatemala. También de aplaudir durante las reuniones
generales de oración. ¿Que hacemos? Escobedo recibe de repente una salva de prohibiciones, de reglamentos, que se quedan todos sorprendidos, atrapados entre la obediencia y la muerte de sus actividades.
Julián, dándose cuenta que caen ya las primeras medidas del "jefe" para domar un pueblo con fama de rebelde, trata de calmar a la gente. Obedecer y hacer mejor lo que nos queda permitido todavía, tal es el lema que repite sin cesar el pobre Párroco.
-Monseñor, porque maltrata Usted a la gente?
-Paciencia, Juliancito, paciencia.
-No se dice sus verdades a un Obispo, dijo un vicario a Julián. Lo vas a
pagar.
---Casi terminamos----

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