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domingo, diciembre 18, 2005

ESCOBEDO , CIUDAD DE LAS PALMERAS 9



Pero Julián no está convencido de la sabiduría del Prelado y empieza a dar su verdadera opinión a sus compañeros sacerdotes y a algunos pocos amigos que cree de confianza: el Prelado se hace enemistades innecesarias.
He dicho " a sus compañeros sacerdotes" por no mencionar al buen Padre Gómez que ya hizo sus valijas y se fue a reunir con Monseñor Padilla. El Prelado le había ya hecho alguna burla de ser cabal bueno para sacristán no más, al verlo restregar los vasos sagrados. El viejito que había visto tantas cosas ya en la vida tomó la mejor medida: alejarse de la furia...
Julián, él, no sabía que entre sus confidentes estaba Judas. Y qué Judas... "Ah la gran puerca..."
El ambiente conflictivo se hacía más y más fuerte. Iba a deflagrar tarde o temprano.
Queridos Padres, el mes entrante voy de viajes: a Méjico, a Polonia, Alemania y Roma para conseguir más sacerdotes. Cubriremos La Gamucha con los Polacos prometidos ya. Y la Ciudad de Escobado se dividirá en cuatro parroquias: aquí está el mapa; las divisiones se harán según las zonas postales aquí mencionadas. Julián miró alrededor a ver las reacciones de los Padres. Rene estaba roncando, los otros como perdidos en sus pensamientos.
Había más de hora que el Prelado hablaba y hablaba y hablaba, encantado de sus planes. Ernesto se atrevió a preguntar sobre un asunto de su zona pastoral por oír a Monseñor decirle que era un ignorante. Amén, amén les digo...
Julián sabía que Monseñor Padilla había dejado como ochenta mil pesos en caja Contó los meses de ausencia: once redonditos, después de seis meses de funcionamiento. Claro, le había enviado de regreso uno que otro comité para ver si Su Excelencia iba a volverse más realista. Pero de balde. ¿Que hacemos entonces?
También Julián se daba cuenta que las zonas postales determinando la existencia de nuevas parroquias no formaban comunidades reales y que el Prelado no sabía dónde quedaban los lugares en la práctica. El mapa extendido sobre la mesa hipnotizaba todos los entendimientos, orgulloso de presidir el futuro glorioso de Escobedo la rebelde.
El almuerzo ofrecido por Su Excelencia era bien pobre: otro defectillo del Prelado: ser mísero.
La pobre Estela, la sirvienta, se torcía las manos de pena por lo que había en la mesa. Un peso al día para el gasto del Obispo y sus tortillas que tenía que traer de su casa para poder comer algo.
Se me olvidaba: González estaba de guayavera.
---Es algo largo, el cuento, ¿no? ----

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