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domingo, diciembre 18, 2005

ESCOBEDO , CIUDAD DE LAS PALMERAS 10


Escobedo es una ciudad muy importante del país, situada al cruce de importantes vías de comunicación, rodeada de las más grandes fincas y el centro motor económico de la región. Vivió en el pasado tiempos muy duros: primero de orden político con movimientos sindicalistas, lo que asustó a la gente de Escobedo y la impacto: ¡cuantas matanzas! ¡Cuantos horrores! De allí el trabajo astuto y efectivo de unos sacerdotes en favor de una teología muy peculiar de la liberación y el asesinato de dos de ellos, sin hablar de plebe de catequistas y personas comprometidas con la Iglesia.
El pobre Guicho por ejemplo, nombrado administrador de la casa de retiros y llevado por los militares sin nunca más aparecer... Teléfonos "escuchados", orejas en todos los rincones... El primer Obispo de Escobedo se fue a casar; varios ministros en el mismo camino... Monseñor Robledo Montani, segundo Obispo, dando su renuncia después de amenazas en su contra por sus pronunciamientos.
La policía secreta no invadió pues en aquel entonces la Catedral para ver si no había documentos subversivos? Si, un magnífico catecismo apodado 'catecismo del odio ' dónde mostraban en fotos bien convincentes niños de corbata por un lado y niños de harapos por el otro, preguntando porque aquella situación. Sin olvidar un dibujo de los malos militares.
Una Iglesia duramente atacada y además enfrentada a un gran número de sectas.
Una Iglesia hoy día de experiencia, madura y decidida a rechazar cualquier eclesiástico salido de tiempos preconciliares y dictatoriales.
Creo que recordar el pasado explica reacciones humanas en algunas situaciones.
También explica la desconfianza de ver sindicatos manifestar en los locales de la Iglesia.
Valerio, exsindicalista logra influir más y más en el Obispo; toma sus copitas con Su Excelencia, pasa largas horas a conversar y conoce los puntos flacos del Prelado: la adulación y la vanidad.
El primer proyecto era dominar a los carismáticos. Julián lo había impedido hábilmente. Ahora, hablando de carismáticos pobres rechazados por carismáticos ricos, Valerio tenía un grupito a sus órdenes y demostrando al Monseñor amor, cariño, fidelidad incondicional. El grupito luego llamado Siervos de María reúne en realidad personalidades conflictivas: antiguos drogadictos recapacitados, homosexuales arrepentidos, y otras lacras vencidas no logra llamar la simpatía del pueblo y mancha la personalidad de González rodeado únicamente de tal clase de gente.
Julián se sentía muy atormentado: estaba en frente aparentemente de un Obispo sociológicamente problemático. En eso estaba de acuerdo con Monseñor Padilla: el síndrome clásico del alcohólico tipo. Pero la reacción colectiva de sus compañeros sacerdotes lo hacia dudar de su propio juicio sobre la situación.
En grupos pequeños, cada uno quejándose del Prelado. Pero en grupo, un silencio completo. Una aparente aceptación de todas las disposiciones de su Excelencia. ¿Que pasaba entonces? ¿Cobardía? ¿O era opinión de grupo que la situación así tenia que ser? ¿Temor de perder su parroquia? José era de opinión que no estaba en la Prelatura para el Obispo sino para la gente.
Pero Julián consideraba todo eso una falta de visión. Tarde o temprano todos iban a sufrir de las medidas dictatoriales del Obispo. Lo que faltaba era una unión verdadera entre los sacerdotes.
Los que iban a pagar el pato era la gente, porque en tales condiciones iba a haber una fuga de varios por una parte y quedarse alrededor de la figura del Prelado sólo lo mediocre...
Es una constante que alrededor de un dictador, quedan sólo los que abdican...
Por otra parte, el veneno entraba en el corazón de Julián: el odio a un personaje creído, imbécil a pesar de sus grandes títulos.
¿Cómo reaccionar cristianamente? Se volvía una obsesión. ¿Dónde estaba su deber?
Un buen amigo le había dicho: hay que amarlo en el Señor. Un elefante en una tienda de porcelana... Amarlo en el Señor... A quedarse pensativo. ¿Que hay de amable en aquel hombre?
Acercarse a una persona creída despierta en uno su propio orgullo. Es como una reacción de defensa. El propio pasado de uno, su imagen de paternidad influye en las reacciones hacia alguien investido de autoridad formal. Se mezcla en todo eso la propia envidia del Obispo de la popularidad de Julián.
..En efecto, saliendo por milagro los dos juntos a la calle, la gente saluda al Padre Julián y no a Su Excelencia. Una persona inteligente saca lección de tal experiencia: "Urge que me haga conocer, que visite, que me haga amigos... "Pero el Prelado no veía las cosas así. Quedándose en su Palacio a ver Televisión y a telefonear. A las visitas de gente sencilla gritando de su sala a la cocinera que el Fulano fuera a la Parroquia.
Que cambio desde el tiempo de Monseñor Padilla. Aquel recibiendo amorosamente a todos, ofreciendo algún "fresco", platicando personalmente con cada uno...
---¡Yaaaaaaaaaaa! ¡Terminamos!----

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