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viernes, enero 20, 2006

To Be or not to Be...




To Be or not to Be...
¿Si soy creyente? Lo soy. No porque mi familia lo era. Lejos de allí. Eso fue una búsqueda muy personal. Con influencias, ciertamente. De gente notable. También influencias de personas ateas como mi querido amigo Philippe Moureaux, hoy hombre político belga. Pasamos horas enteras hablando de la existencia de Dios. Con los años, me di cuenta de que la vida no depende de grandes razonamientos, aunque útiles, sino de experiencias de vida que conducen a matizar los grandes principios, a comprender el caminar de otros y los motivos que conducen a la humanidad. Los argumentos de Philippe, de hecho, rechazaban a un dios bien desagradable, a un dios imposible. Philippe reconocía, después de muchos años que sus principios morales eran inspirados por el cristianismo. Tiene mucho interés actualmente en encontrar el mundo musulmán. Se ocupa con mucha atención de los inmigrantes turcos y árabes. El fenómeno moral me parece la clave del tema. Sartre, que estudié especialmente, concluía, con mucha lógica, que no existiendo dios, todo es absurdo. Así pues, puedo concluir, no dios, no ley moral objetiva. Mi amigo Nietzche no va a contradecirme: se condena al superhombre a inventar su propia ley. Eso la hace acordeón. Depende de como tocan los músicos. O desaparece y se hace sustituir por las leyes o del útil, o del más fuerte. La selva. Mi espíritu no puede aceptar el absurdo en el momento de querer encontrar un sentido a la vida. ¿No tiene? ¿Sr. Sartre? Todo lo diario se mide, se analiza, quiere un sentido que le da el protagonista. Dos y dos son cuatro. Los cuerpos tienen su propia ley bien definida. Cuando al sentido último, la nada. Absurdidad de calificar la vida de absurdidad. Absurdidad al cuadrado. A la potencia infinita. Sé, el Sr. Sartre construye su filosofía sobre sofismas en cadena. El idealismo del significado es la característica de su proceso y él hace absoluto la objetivización de la conciencia. Notable, el trabajo de análisis de un jesuita de Namur sobre Sartre. La fe en Dios, ya que escribí a dios en minúscula intencionalmente, para diferenciarlo de el en quien creo, es una experiencia personal, a menudo incomunicable, que ilumina la vida. No nos da todas las soluciones a las cosas de cada día, permite zonas de claro-obscuro, lo que le da aún más crédito, ella responde a la sed de infinito del ser humano, eterno descontento. Creo porque veo a Dios con los ojos de dentro. Creo porque no puedo aceptar lo absurdo. Creo porque estoy condenado a pensar y calificar todo acto humano moralmente. Creo en Dios porque creo aún en el hombre y en la esperanza.

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