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sábado, enero 13, 2007

Un video de Madre Teresa (en inglés)

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jueves, enero 11, 2007

LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Estructura fundamental de toda liturgia Eucarística
1. Jesús tomó el pan... el vino. Es la "Preparación de las Ofrendas": ponemos sobre la mesa las ofrendas que serán consagradas, es decir, el pan y la copa o cáliz.
2. Jesús dio gracias o pronunció la bendición. Es la "Plegaría Eucarística": escuchamos al presidente de la asamblea, como los apóstoles escucharon a Jesús. El presidente de la asamblea se dirige a Dios para evocar todas las maravillas que él ha realizado y llevar a cabo la consagración que nos introduce en el dinamismo de la acción de Cristo que se ofrece al Padre por su muerte y resurrección.
3. Jesús partió el pan: es la "Fracción del pan": el pan es partido, y cada uno de nosotros recibirá una parte... Los primero cristianos se servían a menudo de esta expresión ("fracción del pan") para designar a la Eucaristía.
4. Jesús lo dio a sus discípulos. Es la "Comunión", que es la culminación de nuestra participación en la acción eucarística.
Cada vez que vamos a misa, se nos invita a recorres este itinerario. Pero la misa sin embargo, comienza mucho antes de poner sobre la mesa el pan y el vino.
Nos alimentamos de la Palabra de Dios
Los cuatro verbos (tomó, dio gracias, partió, dio) nos lo encontramos en varios sitios del NuevoTestamento . Aparecen siempre que nos quieren ofrecer alguna enseñanza sobre la Eucaristía. Así los discípulos, al atardecer del día de la resurrección, reconocen al Señor cuando toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da; pero el evangelista, inmediatamente después, pone estas palabras en sus labios: "¿No estábamos en ascuas mientras nos hablaba por el camino explicándonos las Escrituras?". Porque eso es lo que había hecho Jesús mientras caminaba con ellos, sin que ellos supieran que era él.
En el texto de "Los discípulos de Emaús", encontramos sin duda la reflexión de una comunidad inspirada por la manera como ella celebraba la Eucaristía: la Eucaristía empezaba siempre con el anuncio, partiendo de los libros sagrados, de la realización hoy de las promesas hechas al pueblo de Israel. Al principio se hacía en forma de testimonio de viva voz, como el de Jesús en el camino de Emaús. La mayor parte de los cristianos no iban ya a los lugares de reunión de los judíos, llamados "sinagogas", pues van encontrando en sus propias asambleas la misma manera de leer la palabra de Dios.
Distintos modos de presencia de Cristo
Si la Eucaristía es el lugar privilegiado de la presencia de Cristo, no es el único. Basta con que entremos a una Iglesia para darnos cuenta:
La Iglesia constituye un gran espacio para acoger a los cristianos que se reúnen; recordamos que Jesús ha prometido estar en medio de aquellos que se reúnen en nombre (Mt. 18, 20). El está presente en la asamblea de los fieles.
La pila bautismal nos recuerda que él actúa en todos los sacramentos, mediante los cuales viene realmente a nuestro encuentro para hacernos participar de su vida y de su misión.
En el centro, vemos la mesa sobre la que se depositan el pan y el vino, el altar del sacrificio sacramental. Jesús está presente por la Eucaristía, en la acción de gracias y la oración de la Iglesia.
No lejos de allí, en un lugar elevado para que se vea bien, se levanta el ambón desde el que se proclama la Palabra de Dios. Cuando se lee la SE, Jesús está ahí y nos habla hoy por la voz del lector; nos invita a la conversión, nos incita a seguirle y renueva nuestra esperanza.
Está también la sede del obispo o del sacerdote, que es signo de la presencia de Cristo en cuanto que preside en su nombre la celebración.
Y luego está en el sagrario, que aunque no juega ningún papel durante la misa, conserva el pan consagrado en un lugar del edificio que invita al recogimiento y la adoración.
Más allá del momento de la reunión, cuando los cristianos están dispersos en el mundo, Jesús se les muestra también en la persona de los pobres, de los enfermos, de los presos... todos aquellos a quienes él ha sido el primero en servir: "cada vez que lo hicisteis con un hermano mío de esos los humildes, lo hicisteis conmigo" (Mt. 25, 31-46).
Todas esas forma de manifestarse la presencia del Señor están vinculadas a la Iglesia: es ella la que celebra los sacramentos, la que proclama las Escrituras, la que convoca a la oración y la que envía en misión.
Observaciones sobre nuestras celebraciones Eucarísticas
1. Gente rígida: ¿os habéis fijado que en la Iglesia todo el mundo pone la misma cara?. La gente no ríe. Esta postura sería y rígida la he notado en cualquier parta de los lugares que conozco, en casi todas nuestras celebraciones eucarísticas. Claro que responde a la manera como hemos sido educados; pero creo que ya es hora que hagamos algo para cambiarlo.
A veces, cuando doy la paz y la gente sólo me da la mano, sin mirarme, y me dice: "la paz sea contigo", me viene la tentación de contestarle "quédatela para ti".
2. Los hijos de la ley: son gente que viene a la iglesia (a misa), como quien va a la oficina con el reloj en la mano. Entran a fichar en el momento justo, y salen disparados tan pronto como acaba el trabajo. Pero, con esta actitud siempre se llega tarde. La misa empieza y acaba fuera de la Iglesia, en un encuentro con la gente. Por eso en las antiguas catedrales había aquellos pórticos para encontrarse unos con otros. Hoy parte aquel objetivo el breve ensayo que se hace antes de empezar la eucaristía. El canto distiende y une.
Se nota claramente quién es el que viene por obligación. Y, mientras haya gente que venga así, se producirá un ambiente enrarecido; ya que el que viene por obligación, no aportará nada que contribuya a crear un ambiente acogedor. Y la obligación es una predisposición a pasarlo mal, es como una especie de castigo. Los hijos de la ley sólo buscan estar en paz con ellos mismos: cumplir.
3. ¿Por qué ir a misa?: "Yo voy a la misa para hablar con Dios". "No hace falta ir a la misa para hablar con Dios". Así es como se rebaten unos a otros. La afirmación de los primeros responde generalmente a una mentalidad legalista, anclada en un pasado y en una cultura puramente religiosa. Y la de los segundo responde a un modo de justificar el hecho de no ir, debido a una visión demasiado secularizada de la vida.
El objetivo de la misa no es Dios sino el hermano. Si siempre que entramos en la iglesia, escuchásemos con el corazón la invitación que nos hace Jesús, sentiríamos una vos que nos sale de dentro y que nos dice: "ya has hablado con tu hermano?" o "¿Estás dispuesto a hablar antes con tu hermano que conmigo?". No me ames tanto por ser quien soy, sino ámame en mi cuerpo que son tus hermanos". Este es el sentido de la celebración.
"Yo no soy cristiano practicante", dicen muchas personas que no van a misa del domingo. Eso demuestra hasta que punto se ha procurado que la misa monopolice toda la praxis de la existencia cristiana. Documento bajado en e-mule-project.

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